Cuenta la historia que una zorra invitó a una cigüeña a comer en su casa, pero cuando esta llegó, se encontró con que la zorra había servido sopa en platos hondos. De ese modo, se aseguraba que la cigüeña no pudiera comer.
La cigüeña se entristeció, pero no dijo nada. A la primera oportunidad, convidó a la zorra a su casa. Esta vez, le sirvió jigote en un recipiente de cuello largo y estrecho, en el que la zorra no podía meter su hocico. La zorra no pudo más que resignarse, mientras la cigüeña decía:
—Amiga, me hiciste pasar hambre deliberadamente cuando me invitaste a tu casa, y hoy has sido tratada de la misma manera en que me trataste.
Trata a los demás como deseas que te traten a ti, y si no lo haces, luego no te quejes de las consecuencias.
La fábula de la zorra y la cigüeña de Esopo es un clásico de la literatura universal. La zorra representa a las personas que aparentan una falsa generosidad, pues realmente no desean compartir sus bienes con los demás, sino mostrar su superioridad. En este caso, la zorra actúa como una mala amiga y humilla a su compañera, la cigüeña, para darse aires de importante.
Por su parte, la cigüeña actúa de forma racional, sin dejarse llevar por la rabia. Sabiendo que la zorra no va a entender por medio de palabras, le hace sentir en carne propia el malestar que le causó. De este modo, la zorra aprende dos cosas: primero, que sus malas acciones causan dolorosas e innecesarias heridas; segundo, que sus malas acciones traen malas consecuencias.
Así, el mensaje de la cigüeña es claro y conocido por todos: no hagas a los demás lo que no deseas que te hagan a ti. Esta enseñanza se conoce como la regla de oro.